Alemania necesita sonrisas y corazón

Más allá del formidable partido de Argelia, hubo una cierta timidez y hasta inocencia en la Alemania que se plantó en el choque de los octavos de final.

Permítanme excusarme, porque las líneas que siguen vienen más desde el punto de vista de un fanático que estudió deportes, que desde un editor de una página web; que, si bien es tendencista hacia una bancada en particular -Alemania, por si les quedan las dudas-, siempre se ha caracterizado por, al menos, intentar mantener cierta neutralidad y objetividad en el discurso. Antes de seguir, admitimos que lo hecho por Argelia fue asombroso y fueron muchísimo más allá de lo que cualquier persona hubiera esperado; incluyéndolos a ellos mismos. Fue un rival digno, que hizo a muchos desear haberse visto más bien con Bélgica o cualquier otro líder de grupo, si a venir vamos. Pero ahora, sigamos a lo que vinimos.

Hace unos días, kicker y los amigos de Bundesliga Fanatic se planteaban un dilema que, a ojos de muchos, parecía algo tonto: ¿Es un Götze que no sonríe, un problema para Alemania? A grandes rasgos, quisiera que nos enfocáramos en, quizás no la sonrisa, pero sí en el asunto del estado anímico de alguno de los jugadores del Nationalelf.

Partamos de una premisa bastante sencilla y creeríamos que universal: Estar jugando en la selección nacional de fútbol es el máximo honor que a un deportista de esta disciplina se le puede dar. Más allá de los premios, el dinero extra, yace un honor y una recompensa al ser tan bueno de merecer vestir una camiseta que unifica a rivales que, en otros contextos, se matarían a golpes. Tienes detrás tuyo a un país entero. Alemania, a raíz del Mundial 2006, ha vivido un resurgir de patriotismo positivo, que ha calado en todos por igual cuando viene al fútbol. El apoyo a los 11 muchachos vestidos aún con los colores de la bandera prussiana, es irrefutable. ¿Que hay veces que se es más pesimista y fatalista que un seguidor a últimas instancias? Si, la mayoría es así, de hecho. Pero el ser capaz de inspirar fraternidad y orgullo en un país con una historia contemporanea que invita a lo contrario, es algo digno de estudio y respeto. Todo esto sin mencionar el historial deportivo que conlleva detrás de sí esa camiseta. 3 campeonatos mundiales, 3 europeos, no haber quedado afuera del top 8 desde 1950. Vaya, que no es poca cosa. Con todo esto, sólo busco poner en contexto de qué exactamente es lo que se tiene que tener en cuenta cuando se habla de ser un seleccionado nacional; más aún, de una selección como la de Alemania. El contexto y la tradición exigen resultados pero recompensan buenmosamente. Que Klose, Fritz Walter o Franz Beckenbauer lo certifiquen.

Entonces, ¿por qué se nota cierta displicencia de parte de algunos jugadores?

No venimos a dar respuestas, pues no las hay -las deberían dar quienes así reflejan estarse sintiendo mediante su juego-. Pero sí a alzar preguntas importantes; porque en esa selección sí hay quienes quieren sudarse esa camiseta por 7 partidos. Sí hay quienes se ven alzando esa Copa, e incluso, fantasean con ello cada noche antes de irse a dormir. Sí hay jugadores que, más allá del tabú del patriotismo, sienten un compromiso con todos aquellos que pagan desde entradas hasta paquetes especiales de cable, camisetas, gorras, bufandas y demás para auparles a dar el todo.

No estamos diciendo que estos pocos sean malos profesionales; ni que esta haya sido la principal razón por la que Alemania haya sufrido como sufrió hoy. Eso es material que tocaremos después. Sólo se está diciendo que hay momentos en que jugar con los mejores quizás no sea lo más conveniente. Hace falta esa hambre y ganas de arremangarse para el trabajo sucio; para correr sin cesar, barrerse, no dejar ir la pelota, pelear cada cara-a-cara. No limitarse a ser estratégicamente útil y cumplir un rol preestablecido. En una liga, o incluso una copa anual, hay cabida para eso. Pero en un torneo corto, de apenas 7 partidos, donde cada error se paga, no se puede costear aquello.

Hoy, hacían falta tres cambios fundamentales que hubieran revolucionado el partido y dado estocada tras estocada a Argelia, evitando lo que pudo haber llegado a ser vergonzoso; y sólo uno se cumplió: Schürrle por Götze, Grosskreutz por Höwedes, y Klose por Özil. Vale decir que no son los tres mejores que tiene Alemania en su banca hoy por hoy, pero sí son tres garantías que jamás dejarán ir un compromiso sin haber dejado el todo primero. Y en un Mundial tan volátil, donde cada uno de los rivales ha sido difícil -salvo Portugal, Alemania ha tenido que pasar trabajo hereje para vencer a Ghana, EEUU, ahora Argelia; y el camino apunta a rivales como Francia, Brasil o Colombia, y una final con Argentina, Holanda, etc.-, hay veces que las ganas pueden más que el talento o el esquema táctico.

Volver a creerse grandes

Y allí también hay otro asunto: Alemania, hoy, se vio intimidada por una selección que nunca ha alcanzado más de lo que llegó a ver este Mundial. Su rol de alfa les fue arrebatado por esa timidez. Si bien nunca se debe subestimar a un rival, tampoco se le puede tratar de igual a todo el mundo. Selecciones como la argelina, más allá de la brillantez táctica de su seleccionador, ofrecen poco.  Son equipos de garra y un planteamiento sencillo: evitar encajar a toda costa. Da dividendos a veces, pero no es un esquema que sea particularmente prolífico en cuanto a lograr triunfos; mucho menos algo longevo. Salvo Grecia, no existe una selección que haya mantenido este esquema de juego como algo más que la coyuntura puntual; o el querer romper con ello para aspirar a un fútbol más futbolístico, si cabe la expresión.

Las faltas defensivas, de no ser por Neuer, hubieran costado el partido; en más de una ocasión. Mertesacker, Boateng, Mustafi y Höwedes perdieron las espaldas y se vieron batidos una y otra vez, y allí estuvo la principal causa del malestar de Alemania: la defensa. Eso pasó, principalmente, porque no hubo un entendimiento ni un norte al cual apuntar. La cabeza estaba gacha, sin líder, y eso dejó ciego al equipo completo. La necesidad de un ordenamiento en la retaguardia privó a la vanguardia de poder salir con calma; soltarse a sabiendas que el fuerte estaría seguro.