Un viernes negro en París
Si algún alumno de periodismo pregunta ¿cómo un partido de fútbol internacional puede perder relevancia en un instante? Un perfecto ejemplo es el acontecido el pasado viernes, en París. Cuando un encuentro de fútbol, considerado clásico, por los fanáticos y especialistas pasó a un segundo plano y se convirtió en un detalle más de un día que pasará al historia por los oscuros episodios de terrorismo que azotaron a la capital francesa y que cobraron la vida de cientos ciudadanos ajenos a los problemas políticos que afronta la humanidad hoy en día.
Para el seleccionado alemán de fútbol la derrota de ayer fue el motivo menos importante para sentirse consternado, triste e inclusive impotente ante una noche que seguramente siempre quedará en el recuerdo de cada uno de los miembros. Así lo afirmaron a su temprano regreso al país, en la mañana del sábado: «el viernes hemos perdido un partido de fútbol y no hay nada menos importante que eso».
Por su parte, el seleccionador Joachim Löw quiso añadir: “estamos todos consternados y conmocionados. Para mí, el deporte, el juego y los goles están en un completo segundo plano. Además, no hay nada que decir…». Así y todo, la primera alerta de emergencia no se vivió durante el partido, sino en la mañana cuando por una amenaza de bomba todo los residentes del hotel, donde se alojaban, debieron evacuar y esperar las debidas medidas de constancia por parte de las autoridades especializadas.
En ese momento, quizá pensaron que hasta ahí todo había acabado, pero por el contrario fue el principio de un encuentro de fútbol que tuvo, lastimosamente, como banda sonora varias explosiones en las inmediaciones al estadio, donde 80.000 personas acudieron para ver un importante evento deportivo: que terminó con un resultado sin importancia, pero con la zozobra y la imposibilidad propia de los que han vivido los efectos del sabotaje violento.
Luego, el gobierno nacional impuso un estado de emergencias, cerró fronteras y tomó otras medidas con el designio de tomar el control de unos asaltos que cortaron la calma de los ciudadanos. Al mismo tiempo, y tras terminar el partido el ambiente en el camerino alemán era mudo. Los jugadores preferían guardar silencio luego de enterarse en detalle de la situación o comunicarse con sus seres queridos a través de sus dispositivos móviles, para conversar sobre lo sucedido. «En el camerino había una gran incertidumbre, gran temor y un estado de ánimo opresivo. Se podía ver cómo los jugadores estaban sorprendidos”, narró el Director Deportivo de la DFB, Oliver Bierhoff.
También la dirigencia no perdió tiempo y decidió que el equipo no volvería al hotel y dormirían en el estadio. Para ello, adecuaron el camerino con colchones y demás detalles necesarios. De igual manera, el equipo tomaría un avión de regreso a Alemania a primeras horas del sábado con destino alterado: ya que en principio viajarían a Hanover, lugar del próximo encuentro, pero se optó al final por Fráncfort con el fin que cada uno fuera a visitar a su familia. Los pormenores para la reunión del plantel de cara al encuentro del próximo martes contra Holanda no han sido definidos aún.