¿Qué decir del Bayern que no se haya dicho?

El mediocampista colombiano, James Rodríguez posa junto a una cerveza durante el Oktoberfest 2018. Foto: Getty Images
Una sola cosa: Todo está bien.
No es ni sano, ni sostenible, para una afición y un club aspirar a ganar un título año tras año. Simplemente, así no funciona el deporte, ni la estadística, ni ningún elemento al que consultemos cuando a hablar de fútbol se trata.
Queda claro algo: el peso que tienen Arjen Robben, Franck Ribéry y Thomas Müller en el equipo, es incuestionable pero también inevitable. El «Robbery» nos regaló posiblemente la dupla más talentosa que haya tenido Europa en años recientes, salvo algunas excepciones y siempre lesiones mediante.
Müller, un hijo de la cantera que ha traído brillo a club y selección, no sólo por su calidad futbolística sino por su excéntrica personalidad, es un inamovible, aún y cuando ello obligue a Niko Kovač a redibujar el esquema de juego para acoplarse a lo que Thomas esté dispuesto a dar. Ha jugado de punta, de extremo, medio enganche e interior. Negar la dependencia en su juego – o el peso que tiene en el banquillo-, es negar uno de los ‘síntomas’ de quienes hablan de crisis. Y con validez: le cuesta espacio y juego al club.
Otro aspecto que ha preocupado enormemente, la forma de Manuel Neuer, lejos de ser aquél prelesión, mucho más temeroso, inseguro y lento al reaccionar.
Entonces, ¿cómo está todo bien si el eje está mal?
Porque es inevitable que esto ocurra, considerando las decisiones que se tomaron o dejaron de tomar.
Pudo haber sido prevenido, sin lugar a dudas. Eso ocurrió al dejar que «Robbery» acaparara el estrellato debatiblemente justificado después de tocar clímax hace ya un par de campañas; permitir que Müller y Manuel Neuer se anclaran en el once titular, inamovibles; y por no leer síntomas de una inminente crisis a la primera vez, sino jugar a alargar: las lesiones de Kingsley Coman y David Alaba, el ego de Robert Lewandowski y ahora James Rodríguez, la falta de cosecha en la cantera, etc.
Pero, ya que no lo hizo, toca vivir de lo nuevo. Y eso será un futuro donde el cambio prevalezca. Que el Bayern no tenga un guardameta referencia a nivel mundial, es algo poco aceptado en un club donde dicha posición tanto prestigio ha ten ido. Ello implica que, o Neuer mejora, o llega uno mejor que Neuer.
Más temprano que tarde, Robben y Ribéry terminarán de aceptar que ya no son los mismos de hace cinco años, y todo estará bien. Algo similar ocurrirá con Müller a mediano plazo -unos dos, tres años-, quien sentirá la presión que su titularidad le empieza a costar, y migrará a cualquier otro club de élite que inevitablemente lo adquiera.
Lewandowski y James no durarán mucho, y así se desmantelará un equipo que necesitaba hacer ajustes y que bastante ha demorado en hacerlos. Con ello, llega protagonismo a jugadores más jóvenes que querían y necesitaban tomar las riendas del vestuario, y compañeros nuevos que añadirán talante a un equipo siempre exigente y exigido.
Por eso, no debería preocupar tanto un inicio de temporada tan tenuemente negativo. Dos derrotas no son el fin del mundo, ni siquiera el doble de eso. Al final, el equipo siempre se recompone, pelea por la punta y por la final de la Champions League, y se vuelven a ignorar los problemas, como de costumbre. Hasta que llegue el día en que no se puedan eludir, que ha de ser este mismo invierno.