Labbadia y despedidas que duelen
Qué difícil es despedirse de alguien que ha dado tanto, y más aún cuando sabes que no merecía ver puerta por todo el esfuerzo dado. Se hablaba en agosto que Bruno Labbadia no iba a ser la panacea que VfL Wolfsburg necesitaba para volver a la zona alta de la tabla tras un bienio en el ostracismo que pudo significar la pérdida de categoría. Y hoy un servidor, poco más de una semana después de ver cómo Los Lobos decían adiós al técnico que les llevó de vuelta a Europa League, no puede hacer más que lamentarse por ver cómo el Wolfsburg carga otra vez la pistola para dispararse a sí mismo.
Con el paso del tiempo cada vez pienso más que el VfL es un equipo que tiende a la autodestrucción, porque muy pocos pueden pasar de levantar la ensaladera o plantarse en cuartos de final de Champions League a agonizar por mantenerse en la élite en cuestión de meses. Capaz de tocar el cielo y empujarse a sí mismo al foso, cosa a la que sus rivales no ponen ninguna pega.
Labbadia tuvo la mala fortuna de llegar a un club roto en su momento, donde la directiva no tenía atino ninguno a la hora de fichar con el presupuesto reducido (en comparación a otros años) que le daba Volkswagen al tener que lidiar la empresa automovilística con su conocido escándalo interno, y donde los jugadores deambulaban sobre el césped sin tener la más mínima idea de cómo remediar la situación crítica en la que se encontraban. No había nadie al timón de un barco que parecía destinado al descenso pero que sacó fuerzas de donde sólo había dudas y flaquezas para salvarse en el playoff… otra vez. El aficionado que acudía cada fin de semana a la Nordkurve entonces sólo pedía una temporada de tranquilidad, sin agonizar hasta la última jornada mientras el fantasma de la categoría de plata le perseguía, pero al final se encontró con todo aquello que el Wolfsburg nunca debió perder.
Puedes creer que el juego de Los Lobos durante este tiempo no ha sido atractivo ni que tampoco tiene la plantilla para estar en la terna por Europa, pero a base de efectividad ha ido liquidando uno por uno a sus rivales, sacando petróleo donde no había nada. Y también reponiéndose a cada una de las dificultades, que no han sido escasas. Cuando no estaba Ginczek, Labbadia sacó la mejor versión de Steffen, y de un joven Rexhbecaj supliendo a Guilavogui, y de un Mehmedi escurriéndose como un puñal en tres cuartos de cancha, y de Brooks en la zaga, y de Arnold… Que todo el mundo estuviera a tan alto nivel no es casualidad. Y sin olvidar la temporada de los fichados Roussillon y Weghorst, este último echándose al equipo a las espaldas en la recta final.
Para darnos cuenta de cómo se ha traducido esto en la tabla, Los Lobos han ascendido diez posiciones con respecto a las dos últimas campañas para conseguir el billete a Europa League. Incluso llegaron a depender de ellos mismos para clasificar a Champions League pero perder en Stuttgart en la penúltima jornada, de largo el punto negro del año, les privó de toda opción.
A pesar de todo lo logrado, Labbadia nunca encontró el apoyo de la nueva cúpula directiva, que en cierta manera le consideraban restos de la vieja gestión que también se tenían que depurar. Miraron hacia Austria, encontrando a un técnico joven que llevaba años haciendo maravillas en el LASK Linz, y no dudaron en lanzarse a por él. Así acabaron cerrando las puertas de la renovación a Labbadia a dos meses de acabar la temporada para firmar a Oliver Glasner como nuevo técnico, y a día de hoy puedo decir que me parece el peor fallo del club en años. Schmadkte le subestimó y quiso abrirle la puerta de atrás, pero al final se fue por la puerta grande y con todos los honores.
El clima que queda en Wolfsburg es una mezcla de emociones, con la curiosidad por ver de qué será capaz Glasner en el banquillo, y la resignación de haber dejado ir a uno de los mejores técnicos que han pasado por el Volkswagen Arena. Porque sí, Los Lobos han decidido arriesgarse para intentar dar un paso hacia adelante, pero ese instinto por la autodestrucción que estaba bajo control ha cogido la pistola, y quizá sea esta vez la que no se dispare al pie y acabe apuntándose a la sien.