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¿Cómo se vive una tarde de fútbol en el estadio de Union Berlin?

Así se vive un partido del Union Berlin en Köpenick. Foto: Union Berlin Oficial.

¿Cómo se vive una tarde de fútbol en el estadio de Union Berlin?

Una tarde de partido en Köpenick no se puede resumir como «90 minutos de fútbol». Supone toda una experiencia vital que se extiende casi como una jornada laboral de 8 horas y que necesita varios días para asimilar todas las emociones que se acumulan tanto dentro como fuera del estadio del Union Berlin. Repasamos en este artículo cómo vivimos en las gradas el duelo entre Union y Heidenheim de hace unas semanas.

Una previa con todo el color

A las 11 de la mañana, cuando todavía faltaban más de 4 horas para el partido, ya se empezaban a ver las bufandas y camisetas rojas en algunas de las principales paradas del antiguo Berlín Este como Alexanderplatz y Ostkreuz. Habitualmente los aficionados suelen ir con mucho tiempo. Pero esta vez era necesario por las obras que hay desde hace meses en los alrededores de la parada de Köpenick. Para que el estadio pueda seguir creciendo hace falta mejorar los accesos y esta ampliación, que va a durar bastante tiempo, provoca que cada cierto tiempo haya que sustituir el tren por una lanzadera, como sucedió en esta ocasión. Aun así, sobre las 12 ya estábamos en el barrio de Köpenick. Fuimos a uno de los templos Unioner de la zona, el Kick & Rush, propiedad de Torsten Mattuschka, leyenda de los Eisernen.

La decoración futbolera donde cada silla tiene el nombre de un jugador, nos llevaba desde Maradona a Cantona, pasando por algunos mitos Unioner también que se entremezclan. Inicialmente había más aficionados del Heidenheim pero poco a poco el pub se fue tiñendo de rojo. La siguiente parada fue en el Abseitsfalle, otro lugar de culto para la hinchada berlinesa, donde había mucho optimismo después de las últimas victorias del equipo. Faltaban todavía muchísimo tiempo para el inicio, pero la mayoría ya comenzaba a acercarse a An der Alten Försterei.

Al no haber asientos en la mayoría del estadio, la gente entra muy pronto para ponerse en el mismo lugar semana tras semana. Es una tradición más. Pero para los que no estén acostumbrados llama la atención que se formen colas cuando quedan como 2 horas y media para el pitido inicial. Ya dentro del recinto aprovechamos para tomar la última cerveza y una salchicha porque al ubicarse en el sitio ya es bastante complicado salir por la cantidad de gente que hay.

Llegó la hora del partido

Entre la música rock, en una sesión que ya por sí sola valdría la entrada ,y charlar con los vecinos de grada de pie que suelen ser los mismos van pasando los minutos hasta que los porteros comienzan a calentar. Ahí llega la primera gran ovación de la tarde. Poco después Christian Arbeit, director de comunciación a la par que speaker salta a centro del campo para anunciar la alineación rival. Siempre es el mismo proceso, él nombra a cada jugador y la afición responde con un «Und? que equivaldría a un ¿Y qué? como diciendo irónicamente que nos da igual quién juegue. En esta ocasión hubo un momento especial cuando presentaron a Lennard Maloney, ex futbolista del Union, al que se recibió con grandes aplausos.

Al salir los jugadores locales a calentar, una segunda ovación para ellos. Y a falta de unos 15-20 minutos empieza la parte más emotiva, que nos recuerda que ya estamos acercándonos al comienzo. El propio Arbeit grita «Unioner!!!» para que todo el mundo quede en silencio y así empieza la presentación del XI inicial, saludando a cada uno de los jugadores con un FUSSBALLGOTT (Dios del fútbol). En este partido en concreto hubo una celebración añadida para el aniversario de Chistopher Trimmel al que se le dedicó el «Cumpleaños feliz».

Ambos equipos se van al vestuario y empieza la parte narrada del himno Unioner, un momento entre místico y religioso que pone los pelos de punta al que lo escucha por primera vez. Cuando termina, los acordes prestados de Rammstein que dan inicio al maravilloso tema de Nina Hagen, EISERN UNION. Un himno que deja frases con tanto significado como ese «¿Quién no se ha vendido al Oeste? La Unión de Hierro»

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Cuando ganar no es lo más importante

Se esperaba que la afición Unioner hiciera alguna mención a la decisión final de cancelar la búsqueda de inversores. Y esta no defraudó, haciendo referencia al elemento más popular de las mismas, las pelotas de tenis. Con un escueto «Juego, set y partido» dejaron claro que aquello suponía un triunfo indiscutible, pero también añadieron además que estarían preparados en caso de que fuera necesario que volvieran a actuar. También hubo un recuerdo para un compañero fallecido al que homenajeron con la frase «Los ultras nunca mueren.

Pero ya centrándonos en lo deportivo, fue un partido con un guión indescifrable. Los visitantes aprovecharon a los pocos minutos un error de la defensa Unioner y se pusieron por delante. Los locales lo intentaban mientras eran llevados en volandas por los suyos, pero hubo que esperar al final de la primera parte para ver no uno, sino dos tantos casi seguidos de los Eisernen por medio de Gosens y Schäfer, este último ayudado por el desvío de un defensa. En un visto y no visto los locales habían remontado y se iban al descanso por delante.

Una segunda mitad emocionante

En la segunda mitad, parecía más cerca el 3-1 que el empate, pero una jugada fatal defendida dejó solo a Beste ante Rönnow y el delantero aprovechó el regalo para poner las tablas de vaselina con mucha frialdad. El Union lo intentó hasta el final pero no pudo ser, y con la igualada rompía una racha de 4 triunfos consecutivos en An der Alten Försterei y dejaba en stand by su escalada de las últimas semanas. Pero nadie en el estadio hizo un mínimo reproche, sino todo lo contrario. Los jugadores dieron la vuelta de honor, donde el protagonista fue como no, el capitán Christopher Trimmel. Se le sacó una pancarta de felicitación y recibió los sinceros aplausos de todo el estadio en su 37 cumpleaños. Pero había algo en el ambiente que dejaba claro que la hinchada no se quería ir a casa…

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El momento de la fiesta entre afición y futbolistas

Cuando los jugadores enfilaban el túnel de vestuarios, el Waldseite, el sector donde se encuentran los ultras del Union, comenzó una nueva canción que acababan de estrenar y desde luego que dieron tiempo a que todo el mundo se la aprendiera porque estuvieron 45 minutos repitiéndola. Al rebasar la media hora llegó el momento que todos estaban esperando, algunos jugadores (Gosens, Khedira y el propio Trimmel) salieron de nuevo y se unieron a la fiesta junto a Ritter Keule, la mascota del equipo que no se pierde una.

Aquella comunión entre futbolistas y afición en un día que quizás se había quedado un poco corto en lo deportivo dejaba claro que hay cosas más importantes en el fútbol que los fríos resultados. Salíamos del estadio casi una hora después del pitido final pero con una sonrisa por todo lo vivido. Quedaba tomar la penúltima en Abseitsfalle hablando del partido y del posterior tercer tiempo. Y de allí vuelta al centro de Berlín para darnos un merecido descanso. En la mente, el orgullo de formar parte de esta afición tan especial donde los 90 minutos son solo una excusa para juntarse y disfrutar toda una tarde de una pasión común.

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