Stefan Effenberg: ADN de ‘bad boy’
Dice el escritor mexicano Juan Villoro que a Cristiano Ronaldo se le perdona su narcicismo absoluto por ser tan contundente en las redes. Quizás a Stefan Effenberg se le aguanta su personalidad rebelde –o pesada, para muchos– por ser emblema y parte de una generación inolvidable del fútbol alemán.
“El Tigre” o “El Jefe”. Dos sobrenombres que ha llevado a lo largo de su carrera y que van acorde a quien es. Principalmente, el tigre es un animal de gran tamaño. Contó Milton Melgar, el famoso jugador boliviano en el libro “El fútbol y yo” de SoHo, el partido inaugural de La Verde contra Alemania en el Mundial USA 1994. “Hacíamos el calentamiento previo en el estadio Soldier Field de Chicago (…) de repente entraron nuestros rivales: los famosos alemanes liderados por Lothar Matthäus y el goleador, Jürgen Klinsmann. Serios, callados, concentrados, y sobre todo altos, ¡altísimos! Giramos la cabeza y quedamos impresionados con el porte de Bodo Ilgner, de Stefan Effenberg”. Solamente Effe mide 1,88cm.
Los tigres también son criaturas solitarias, territoriales, agresivas y dominantes, con predilección a cazar animales grandes. Igual de ambicioso como las 2 Pokal, 2 Supercopa, 3 Bundesliga y una Champions que adornan su currículo, vistiendo las camisetas del Borussia Mönchengladbach y el Bayern Múnich, donde consiguió su mejor nivel, y breves pasos por la Fiorentina, ayudando a restituir el equipo a Primera División; Wolfsburg y Al-Arabi. Es un bad boy por excelencia: antipático, polémico en exceso y desafiante. Una especie en peligro de extinción.
El episodio más icónico de su irreverencia se produjo en el único Mundial al que asistió, el de Estados Unidos, cuando le hiciera al público alemán una higa, el famoso gesto de enseñar el dedo vulgar durante el partido contra Corea del Sur. Esto fue puerta de salida de la Selección, expulsado por Berti Vogts técnico en aquel momento, y a la cual nunca más regresó.
Su popularidad fuera de la cancha estuvo respaldada por lo que hizo dentro de ella, hasta Vicente Del Bosque llegó a reconocerlo como “el entrenador en el campo” de los bávaros. Effenberg influía emocionalmente en el equipo, su liderazgo y empuje en la medular fueron claves en la obtención de resultados. “Jefe” por ser el conductor de juego, medir los tiempos con gran sentido táctico y dotado especialmente para los remates en larga distancia, distinguiéndose por ser el cobrador de las faltas. Su temperamento impulsivo, su sangre felina, al mismo tiempo de la prestancia que irradiaba en el campo lo convirtieron en figura del Bayern Múnich, parte del once histórico del club, y un entertainer del fútbol de los noventa.
Multifacético y con popularidad en el país teutón, luego de su retiro fue comentarista en la televisión alemana hasta que asumió su primera experiencia como técnico el 13 de octubre de 2015 al mando del Paderborn en la 2.Bundesliga. Ganó sus dos primeros juegos y luego el equipo cayó en declive, con un promedio de 0.79 puntos por encuentro, lo cual condujo a una racha de 12 partidos consecutivos sin ganar. Aunado al mal momento deportivo, se hizo público que no tenía licencia de entrenamiento válida de acuerdo a la DFB al no cumplir los requisitos de capacitación, por tanto, su contrato hasta 2017 fue anulado y Effenberg salió del Paderborn a 5 meses de asumir el cargo con un décimo séptimo puesto y una crisis acuestas.
Quizás sea el momento de ver más de El Jefe y menos espectáculo, aunque de Effenberg siempre habrá de qué hablar.